Hasta ayer se habían registrado más de 90 contagios entre deportistas, trabajadores, dirigentes, etc., de todas las delegaciones que asisten, a pesar del empeño del comité organizador de minimizar los riesgos y de que todos aquellos que compiten o trabajan en los JJ.OO. permanezcan en una burbuja aislada para proteger a la población local.
La Villa Olímpica, donde viven atletas, entrenadores, asistentes y jueces, es en este sentido la “zona cero”, un punto caliente que hay que proteger a toda costa.
Esta vez no hay condones, el producto mediático estrella de anteriores ediciones. Sería absurdo en un entorno en el que se intenta a toda costa evitar contagios. En su ausencia el producto más famoso son las camas de cartón anti-sexo que no soportan el peso de dos personas.
Al llegar, los deportistas se someten a un test de saliva, llevan mascarilla a todas horas, incluso en la piscina, mientras realizan ejercicios de calentamiento, usan guantes para tomar los alimentos en el comedor, que es una zona común y hay plásticos de separación en las mesas.
Las relaciones con otras delegaciones se reducen al mínimo para evitar riesgos. Normalmente hacen poca vida social; incluso las relaciones con el resto de su propia delegación española son escasas. La mayor diferencia respecto a otros Juegos será la falta de público.